AUSENCIA (2023)

Como una maraña enmarañada. 

Algo nuevo, desconocido… al otro lado y no la veo. 

La siento, está ahí… la vida no me deja verla. 

Blanco y negro. Luz y oscuridad. 

Color lavado, destintado, soporte limpio. Anodino. 

              Maraña.             Enmarañada. 

Estuvo sentada. Con todas las señoras. Los días en el jardín. 

Voló hacia atrás. Hasta enniñecerse. El principio y el final se dieron la mano, se abrazaron. Trescientos sesenta grados. 

Cuanto tardó en desprenderse, en descubrir el camino… necesitaba que  aprendiéramos y así pudiera irse con su última enseñanza.

           Infancia.

                     Niñez.

                               Origen. 

Ya en su casa, con su madre. Tan ansiada, tan buscada, tan lejana, tan recóndita. Tan oculta. 

Tan presente. Tan ausente. 

 

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La fotografía, el acto fotográfico, capta todo incluso lo que nuestro cerebro ignora por irrelevante. Absorbe hasta lo ausente. Un déjà vu. Algo ya visto, aunque no esté presente. Completamos la imagen con la ausencia. El que se mueve no sale en la foto, decíamos de chiquillos, pero no es así, hay “presencias ausentes” en todas las imágenes reales captadas por una cámara con la intención puesta en ello.

Lo ausente es aquello en lo que se piensa, pero no se percibe […], aquello que permite imaginar y concebir aquello que no está”, afirma Enrique Pajón Mecloy en su libro sobre la filosofía y la ausencia.

Al presionar el obturador de la cámara la magia del proceso se limita a captar lo que tiene delante… y pensamientos, sensaciones de ese momento quedan ausentes, aunque podríamos afirmar que está allí con una presencia distinta.

En el siglo XX el poeta Stéphane Mallarmé, presenta, desesperanzado, la página en blanco; Eugène Lonesco, sentencia en sus dramas “La palabra impide que el silencio hable”; Beckett pone en escena un acto sin palabras; John Cage compone una pieza musical llamada Silencio, y Pollock cuelga en la pared de un museo un lienzo mudo y hecho de salpicaduras”, sentencia Alberto Manguel, hablando de la imagen como ausencia, en su libro “Leer imágenes”, tal vez nos quiere recordar que la ausencia tiene una presencia no sólo por imaginación de lo que no está, si no por que ha estado, está o estará. Los silencios son tan importantes como el propio mensaje, la oscuridad resalta la luz de los cuadros de Caravaggio, sin ausencia de color y de luz no habría pintura que admirar.

Cuando un amigo se va”, en palabras de Alberto Cortez, “queda un espacio vacío que no se puede llenar, un tizón encendido que no se puede apagar, una estrella perdida, un camino detenido, un terreno baldío, un árbol caído que no puede volver a brotar”, …, la ausencia deja esa huella que no se puede borrar. Por otro lado mucho más conocido es el estribillo de la sevillana de Manuel Garrido, quién no la ha cantado o tarareado una y mil veces… “algo se muere en el almacuando un amigo se va”. La añoranza de la ausencia. “Y va dejando una huella que no se puede borrar”. Esa huella es la que termina captando la instantánea fotográfica a pesar de los pesares.

Y aun podríamos decir mucho más con la voz rota de Sabina, que canta como se siente sin ti. “Torpe, absurdo, vacío, perdido, huraño, ..., triste, vencido, lascivo, furtivo, inquieto, errante, …, quemado, solo, inútil, violento, amargo y macabro”, …, todo esto es la ausencia, esa falta que es incapaz de captar la cámara fotográfica, por mucho que imagine el fotógrafo mientras añora esos tiempos presentes sin ausencias.

Podría haber sido una gran cantautora de haber nacido en otra época y con otras pretensiones, Teresa de Ahumada, canta la ausencia, la letra es suya la música de Taizé. Canta la esperanza del reencuentro, del regreso, la esperanza presente, “nada te turbe, nada te espante, …, solo Dios basta”, nos recuerda.

Y le hace los coros Juan de la cruz, que lleno de esperanza aun con la ausencia presente, el alma, que, en palabras de Manuel Garrido, se muere, para Juan vuela y da alcance a la ausencia. “Tras un amoroso lance, y no de esperanza falto, volé tan alto, tan alto, que le di a la caza alcance”. El alma que añora vuela, el alma encuentra su ausencia en lo alto.

La ausencia es dolorosa pero siempre tiene el contrapunto de la esperanza, humana y divina, del nuevo reencuentro, que parece decir: “quisiera que estuvieras aquí”, canturreando con Gilmour y Waters, quisiera que siguieras conmigo, que el alma no se muera, que pueda volar tan alto, tan alto que vuelva a alcanzarte. Sigues aquí, siempre. El tizón se apaga, el vacío se llena, desaparece la huella de la ausencia, la vida sigue, es ¡The show must go on!, de Fredy Mercury.

Una larga, poética y musical introducción para unas sencillas proyecciones circulares y continuas.

Son fotografías de ausencia… fuera del tiempo… Aión… tiempo eternidad, siempre presente… donde no está. Podemos imaginar y concebir, pero no está.

Parece dejar entrever esa ausencia, como si aun estuviera allí… hay una luz…

La realidad son las fotografías de ausencia. No hay nadie, no está. Está ausente.

Se recrecen, las fotografías originales en blanco y negro, de modo que todo lo nuevo, no es real… incluso la misma realidad es inexistente, es fruto del Cronos, del tiempo que pasa inexorable. Es ausente, es imaginario, es irreal… se parece a la realidad conocida, pero es otra realidad, otro plano. Juego de planos “paralelos”, multi-versos… al menos dos… una irrealidad cambiante.

Las proyecciones son una invención o hipérbole de la realidad, una distorsión incluso. Son irreales en sí y por su coloración artificial.

La fotografía está siempre allí presente (mostrando la ausencia), es eternidad, presente continuo. La proyección está superpuesta y se va desvaneciendo la fotografía que al ser proyectada con luz blanca pasa a ser más evidente… más ausente aún.

Es una proyección en blanco, un silencio elocuente, una ausencia sin palabras, una música estridente, un montón de gotas que suben a su origen llevándose la presencia ausente que permanece. Seguimos en nuestro “cronos” inclemente asomándonos al “tiempo eternidad” que nos devuelve la ausencia y nos completa. Dejamos de mirar y nos adentramos… y vemos más y más y reconocemos y recordamos y regresamos.

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No hay ausencia. Como recuerda la poeta… sin buscarlo ayer mismo me topé con este sencillo poema de María: «No hay ausencia. / Tengo tanto de ti / en mi interior / que estando yo conmigo / tú estás siempre presente». (María García Amilburu). Pienso que lo soluciona de un plumazo.

 

 

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Este proyecto fue diseñado para exponerse realizando unas proyecciones continuas de 6 de las fotografías creadas por IA a partir de las fotografías originales. En las proyecciones, de una duración de 20 minutos, las imágenes van pasando de blanco y negro a color y van apareciendo unos huecos blancos donde se van viendo las fotografías originales en blanco y negro impresas y colgadas en la pared. Todo esto empapado de una música y sonidos que acompañan las variaciones, unos sonidos cambiantes que viajan a lo largo de la proyección de forma temporal y espacial.

La proposición “ausencia” además cuenta con una séptima fotografía con su propia proyección variante que es la imagen del destino, que intenta manifestar paz y tranquilidad dentro de una inmensidad inabarcable. Un lugar de ensueño, un estado primigenio, un inicio y un fin en sí mismo. Remarcando la íntima intención de la poesía citada anteriormente. En la ausencia hay presencia.