Esta es una serie ya fotografiada antes, como casi todo. Me sorprendió que, recorriendo las carreteras secundarias de Navarra, me encontré con abundantes gasolineras cerradas, en mayor o menor abandono, y decidí fotografiarlas.
A medida que miraba y me miraban los lugares, la serie se fue convirtiendo en una expresión de creatividad simbólica, una exploración del potencial estético y expresivo de la reciprocidad de miradas. Cámara y lugar articulan una desintegración de los límites, ofreciendo el límite como una evocación de lo ilimitado. Entre ellos se establece una simetría cargada de asociaciones libres en la que se invita al espectador a buscar sus propios caminos siempre en el incierto espacio y tiempo que se abren entre lo real y lo imaginario. Imágenes en blanco y negro de día, con total crudeza y nocturnas coloreadas, vivientes y habitadas.
En ellas se expresan las principales preocupaciones de un artista, como son las resonancias entre los fenómenos del mundo sensible, la preocupación por evocar la presencia y el misterio de lo intangible o la búsqueda de los límites de la representación. Además de intentar situar y reflexionar sobre la crisis y el abandono, de lo útil y el utilitarismo. Reflexionando sobre el desprecio de lo marginal, de lo secundario.
Cada una de estas fotografías reinventa una forma de tiempo a través de un sutil juego de tira y afloja. Ya no se trata de tiempo astronómico ni de una suerte de movimientos perpetuos sin puntos de referencia, sino de una especie de tiempo paralelo, intermediario, desincronizado, arrancado de cualquier continuidad original, lineal, sin reconciliación posible. Han dejado de existir, son desechos del tiempo. Inutilidad. Reflejo de esta sociedad de lo útil, del consumo. Pero quedan como grandes esculturas que el tiempo va modelando y cambiando a su antojo.
Estos son lugar de la pérdida de percepción, de la pérdida de consciencia. Podríamos aplicar las palabras de Virginia Woolf “no exactamente lo que se está diciendo, sino el murmullo, la corriente que fluye detrás de las palabras” (Virginia Woolf. Una habitación propia. 1929).
Ya hace unos años Ed Ruscha realizó una serie fotográfica que publicó en un sorprendente libro: “Twentysix Gasoline Stations”. Tal vez inspirado en este libro y en su estética fueron surgiendo las imágenes de la primera parte de la serie. La segunda fue fruto de ese dialogo oculto entre las imágenes, los lugares y las musas. Yendo y volviendo, regresando una y otra vez fueron surgiendo las connotaciones propias de la segunda parte de la serie.
En el fondo son fotografías de gasolineras que abandonadas tiene su propia vida nocturna, como si sus duendes de la noche despertaran al ponerse el sol y dieran luz y color nuevo a esos lugares abandonados. Pero tal vez sea tan sólo una imagen de la sociedad. Una parábola. Los descartados, los inútiles, grises a la vista, cuando los conoces descubres que tienen luz y color, tienen vida… son absolutamente útiles y necesarios.
Este texto, que estás leyendo, en parte son trozos de otros textos de otras exposiciones o libros de series de artistas, escritos por sus comisarios, de alguna manera encajan y dicen lo que decían o no decían en sus lugares de origen. Existe un mundo correcto, un mundo visible, que sale en las noticias, que está en boca de todos, que se admira, se desea… pero ese mundo es irreal, el mundo real es más caleidoscópico, tiene muchas más facetas, es más rico en matices…
Lógicamente esta serie nunca se terminará, siempre estará en constante construcción, o quedará inconclusa. Siempre faltará alguna fotografía nocturna con sus colores y sus luces. No se puede cerrar, siempre habrá nuevos “sin servicios” …