Viviendo en Navarra es muy difícil, por no decir imposible, no terminar haciendo fotografías de los Sanfermines.
Siempre me ha gustado salir con mi cámara durante estas fiestas aun a sabiendas del riesgo de terminar con la cámara rociada de vino o en el mejor de los casos de agua. Estas fiestas son para vivirlas desde dentro.
Son unos días y lugares repletos de personajes y de anécdotas. Hay una gran desinhibición. En mi corta experiencia he fotografiado las gentes, las situaciones, las figuras... pero nunca había terminado verdaderamente contento con el resultado.
Hace unos años de entre todas las fotografías de esos días descubrí un par que me llamaron la atención y empecé a pensar en una serie a desarrollar bajo el hipotético título de “la fiesta se mueve”. Al cabo del tiempo estaba trabajando en una serie o series de posibles fotografías sobre “miradas cruzadas” y al plantearme las posibilidades recordé una de estas fotografías, en la que además del movimiento de la fiesta protagonizado por un kiliki, descubrí una mirada directa a la cámara. Entonces me planteé realizar unas sesiones de fotografías cuyo tema iba a ser el movimiento de la fiesta pero buscando las miradas cruzadas con algunos de los protagonistas de las fiestas.
Pues ya teníamos el motivo, el lugar, la fecha y la forma. Personajes en Pamplona por San Fermín y con el movimiento propio de las fiestas y de estos elementos festivos. Todo esto con el fondo de las miradas entre los kilikis y la cámara, los zaldikos y la gente, la cámara y las personas que están de fiesta. Todo un reto, pero un desafío fantástico, ya que tendría que fotografiar la vida de las fiestas, el bullicio, el colorido y la viveza, el ir y venir, el movimiento, la alegría,... , además desde dentro, desde ese mismo movimiento, no como un espectador si no siendo “protagonista”, e incluso recibiendo los golpes de la verga de gomaespuma.
El resultado de la primera apuesta quedó reflejado, de alguna manera, en una primera colección de fotografías centrada en kilikis y zaldikos, realizada sobretodo durante los sanfermines de 2012. La idea era continuar fotografiando durante los siguientes sanfermines, cada año procurando centrar la mirada en algunos personajes de la fiesta.
Toda la serie rezuma color y sensación. Jugando con la velocidad de obturación y el movimiento de los personajes y de la cámara intento llevar al curioso la sensación de vida de la fiesta, la fiesta nunca es estática. El colorido y la alegría. El juego y la inocencia de los niños, las miradas de todos contra y entre todos.
La cámara se diluye entre las gentes y el movimiento, ir y venir, de la fiesta. La cámara sorprende y es sorprendida. Busca y encuentra.
Al final se descubre que aquello que congela, que paraliza, que detiene la vida y la deja fijada en ese instante puede dejar fluyendo el momento festivo para que dure en nuestro recuerdo por siempre y así cada 1, 2, 3, 4,... de mes volver a ansiar que llegue el 7 y volver a acelerar ese movimiento pseudo-congelado que quedó vibrante en nuestro corazón de niño travieso y festivo que celebra a su patrón entre blancos y rojos, entre toros y seres mitológicos, gigantes, kilikis y zaldikos...
Movimiento de miradas cruzadas festivas. Sensaciones y colores. Rojo y blanco. San Fermín.